ROSA BEATRIZ KUFFO MENDOZA

Mi nombre es Rosa Beatriz Kuffó Mendoza. Nací en Chone, Manabí, el 17 de enero de 1960. Mi familia es católica, crecí respetando la observancia dominical, así como la observancia religiosa y los valores de honestidad, responsabilidad y estudio, que fueron muy importantes en nuestras vidas. En septiembre de 1975, el párroco de la Parroquia Sagrada Familia, el padre Néstor Zubeldia, me invitó a unas catequesis, y desde el primer anuncio, sentí el deseo de asistir, porque me faltaba algo y no era feliz. Comenzamos la convivencia el 7 de noviembre, en el Colegio Santistevan de Guayaquil. Tenía una gran necesidad de Jesucristo, y aunque no lo conocía ni lo entendía, la palabra que recibí me enamoró. Me llenó de esperanza y alegría; la creí. En estos años he recorrido un largo camino de alegría y exaltación, pero también de pecado e infidelidad, de reconocer mi debilidad y reencontrarme una y otra vez con el Amor de Jesucristo. No basta con decir que ha perdonado mis pecados, o simplemente decir que me ha salvado. Ha hecho mucho más: me ha llevado al desierto, me ha hablado al corazón, ha sido dulce y tierno, me ha cuidado como a la niña de sus ojos, ha sido un esposo amoroso para mí y un padre amoroso para mis hijas. Soy madre soltera, tengo dos hermosas hijas y cuatro hermosos nietos. Sé que después de tanto amor y bondad, podría negarlo, pero no quiero. Pido a la Madre Iglesia que me preserve de tal mal, porque no son la inteligencia ni los logros académicos ni económicos los que me han enseñado a vivir con dignidad como hija de Dios. No es que estudiar y prepararse esté reñido con la fe; al contrario, el Señor me permitió trabajar durante aproximadamente 40 años como logopeda con niños con diferentes discapacidades, y hacerlo con celo y amor. Sin embargo, sentí el llamado a servir a la Iglesia, y por eso dejé mi trabajo y ahora estoy en misión en el Seminario Redemptoris Mater, porque creo que la Iglesia ES SACRAMENTO DE SALVACIÓN PARA EL MUNDO. Bendigo a Dios por mis padres, mis hijas, mi familia: hermanas y sobrinos, mis hermanos de la comunidad y por los catequistas que me han guiado por este camino con paciencia y fe. (Dt. 8,11-16)